Soy Samuel Uzcátegui Uzcátegui, proveniente del Estado Mérida, allí nací.
Mis papás son Socorro (ya fallecida) y Gabriel que tuvieron seis hijos de los cuales soy el menor. Una de mis hermanas es monja y vive en Caracas; el resto vive en Mérida con sus respectivas familias. A los jesuitas los conocí desde muy niño porque la casa de mis padres queda muy cerca de San José Obrero que es la Parroquia llevada por ellos hace muchos años allá. Desde muy joven participé en el grupo SOLDEDI “soldados de Dios”, dedicado a la formación de jóvenes y niños; quizás por eso también, el contacto con los Jesuitas fue mayor.
Sin embargo, de ellos no sabía mucho hasta que le pedí al Padre Juan Carricaburu que me pusiera en contacto con uno de los encargados del proyecto ECOMUNIDAD (proyecto educativo para indígenas) donde yo quería ir y me recomendó hablar con Goyo Mora, sj quien estaba de maestrillo en el colegio San Javier de Valle. Goyo no tenía nada que ver con el proyecto pero me propuso acercarme un poco más a la vida de la Compañía de Jesús y así comencé a plantearme mi futuro como Jesuita.
Entré en la Compañía de Jesús en el año 96, desde entonces, he estado haciendo varias cosas en varios Estados de Venezuela. Después del noviciado en Barquisimeto vine a Caracas a estudiar mi filosofía en la Universidad Católica y los fines de semana trabajé pastoralmente en el barrio La Vega donde hice mi magisterio al terminar la Filosofía. Después viví y trabajé en la parroquia San Luis Gonzaga que llevábamos los Jesuitas en Cumaná sobre todo con grupos juveniles y parroquiales, también daba clases en el seminario Interdiocesano y en un
instituto del Centro de capacitación laboral en un barrio. Luego, estuve un año más de Magisterio en el colegio San Ignacio de Caracas.
Después de ese año comencé mis estudios de Teología en La Universidad Católica en Caracas, viviendo en Los Flores de Catia, donde estoy actualmente. El 04 de Octubre del año 2008 fui ordenado diácono.
Cuando preguntan qué significa para mí ser Jesuita digo que es sentir que mi vida está tan llena de Dios que no tengo más opción que hacer saber a los demás que también son esperados por Dios y que Él quiere llenar sus vidas. Sin ninguna duda, yo afirmo que la propuesta de Jesús a gastar la vida por su causa vale y valdrá siempre la pena.
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