28/6/09

¿Qué es la Vocación?


¿Qués es la Vocación?
¿LLAMADOS Y ELEGIDOS?

La atenta tarea de la pastoral vocacional

Alfonso Pedrajas Moreno, SJ

Un acontecimiento. Acontece en la vida de la persona. Sucede como algo nuevo, rodeado de circunstancias históricas, sucede en el tiempo. Por ello, es preciso descubrirla, discernirla, disponerse para una respuesta.
Un acontecimiento misterioso. Es decir, que se comprende únicamente desde la conciencia de la presencia de Dios. El misterio de la vocación ilumina grandemente la vida de una persona y todas sus circunstancias, da claridad y seguridad para obrar.
El ser humano como actor. Aunque es Dios quien llama, evidentemente el hombre tiene calidad de persona actuante, de colaborador con Dios en el misterio de su vocación. Por ello, tiene la responsabilidad de acoger el llamado que se le hace.
Dialogando con Dios. La relación es fundante para la persona.Comencemos este apartado desbrozando caminos y aclarando conceptos: qué no es propiamente vocación, y a qué llamamos vocación en nuestra noción cristiana.

Algunas interpretaciones generalizadas

Mucha gente piensa que el término vocación se identifica o es lo mismo que:

Realización personal: “el camino de vida que uno debe elegir para desarrollar al máximo sus cualidades o aptitudes personales” (R. Tupper). Una autorrealización. Visión inmanente, pues no mira hacia fuera: a la sociedad o a la historia.
Opción altruista. Cuestión de generosidad. Ser buena persona y lanzarse a buscar el bien de los demás por medio de una profesión o forma de vida. Hay excelente buena voluntad, pero es grande el riesgo, pues fácilmente flaqueamos en nuestros buenos propósitos y llegamos a cansarnos.
Profesión. Es frecuente reducir el concepto vocación al campo profesional-ocupacional. La orientación vocacional sería una simple ayuda para elegir un oficio o carrera y, lógicamente, se limita a los momentos puntuales en los cuales los jóvenes están en situación de elegir.
Gusto o afición. Realizar aquello que divierte o fascina. Encontrar un espacio donde expresar las inquietudes y explotar las capacidades, donde hallar un auténtico placer. Es un concepto que fácilmente se idealiza al no tener contacto con la realidad.
Forma o estado de vida. Se utiliza el vocablo vocación refiriéndose también a las diversas formas de vida: matrimonio, celibato, maternidad… Es una opción de vida con rasgos de definitividad y engloba a la persona en todo lo que ella es. Pero es un definición incompleta: incluye elementos de la vocación, pero no la define ni la contiene.
Privilegio. No es raro que se considere la vocación como un privilegio que Dios concede a algunas personas escogidas. Un tesoro muy especial que no es nada frecuente y conviene guardar con sumo cuidado. Pertenecen a otra categoría, son personas señaladas o extraordinarias… ¡privilegiadas!
Algo sagrado. Hay personas que, al oír la palabra vocación la relacionan inmediatamente con lo sagrado. Vocación, por antonomasia, es la vocación sacerdotal… porque está en contacto frecuente con las cosas sagradas. Es verdad que toda vocación es cosa de Dios, y por tanto sagrada pero esto no puede restringirse a unas vocaciones excluyendo a otras.

Concepto eclesial auténtico

Desde nuestra visión cristiana, la vocación es:

Un acontecimiento. Acontece en la vida de la persona. Sucede como algo nuevo, rodeado de circunstancias históricas, sucede en el tiempo. Por ello, es preciso descubrirla, discernirla, disponerse para una respuesta.
Un acontecimiento misterioso. Es decir, que se comprende únicamente desde la conciencia de la presencia de Dios. El misterio de la vocación ilumina grandemente la vida de una persona y todas sus circunstancias, da claridad y seguridad para obrar.
El ser humano como actor. Aunque es Dios quien llama, evidentemente el hombre tiene calidad de persona actuante, de colaborador con Dios en el misterio de su vocación. Por ello, tiene la responsabilidad de acoger el llamado que se le hace.
Dialogando con Dios. La relación es fundante para la persona. Es una de las características que la definen: es persona porque puede relacionarse consigo misma, con los demás y con Dios. Esa voz que llama, implicando toda su personalidad y toda su vida, solamente puede ser de Dios. ¡Sólo él es Señor!
Una misión. La vocación se asienta en una realidad. Dios llama a todas las personas motivado por el amor a ellas y al pueblo entre el cual viven, pero la vocación no es un simple privilegio, tiene un último destinatario: el pueblo. El hombre es llamado por Dios y es enviado a la vez por el que llama para enviar. Vivir una vocación es asumir una misión.
Una respuesta concreta. La respuesta humana es un componente esencial de la vocación. Por tanto, si no hay llamado de Dios no hay vocación, como no la habría sin la respuesta del ser humano. La vocación es la conjunción de estos dos elementos: humano y divino. Dios toma la iniciativa, es verdad, pero toma en cuenta a la persona elegida. Nos ama y respeta y nos invita a colaborar con Él.

Algunas consecuencias y un texto autobiográfico

Para quien adquiere conciencia del llamado de Dios, Dios y los signos de su presencia serán siempre su única seguridad; lo demás perderá solidez.
La persona llamada es alguien que ha salido de sí y de sus intereses para buscar los intereses de Dios (Teresa de Ávila) que son los mismos intereses del pueblo.
La vocación implica la dedicación de las personas con todo lo que ellas son. Por ello no se puede decir: tengo vocación; más bien hay que reconocer que la vocación nos tiene, nos posee y nos destina a dar unos frutos concretos.
Se parece a un enamoramiento, en el que todas las cosas son interpretadas desde el amor.

“La caridad me dio la clave de mi vocación; comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no le faltaría el más necesario, el más noble de todos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que este corazón estaba ardiendo de Amor.

Comprendí que sólo el amor era el que ponía en movimiento a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegara a apagarse, los apóstoles no anunciarían ya el Evangelio, los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendí que el Amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares… en una palabra, ¡que el Amor es eterno!

Entonces, en el exceso de mi alegría delirante, exclamé: ¡Oh, Jesús, amor mío!... Por fin he hallado mi vocación: ¡mi vocación es el Amor!” (Santa Teresa de Lisieux).
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