3/7/09

La Vocación Humana: Ser Persona. 1-4


Tema 1 de 4
La doble tarea: yo y los demás

¿Soy o somos? ¿Cuál es primero? Más que en términos biológicos o éticos, esencial y constitutivamente hablando, ¿qué somos?, ¿qué soy?, ¿por qué y para qué soy?

El ser humano siente en sí mismo un dinamismo profundo que lo orienta, lo impulsa, le demanda, lo dinamiza, incluso lo finaliza, en cuanto que le plantea un sendero y lo conduce a un objetivo. Es la exigencia interna de ser persona. Nos sabemos personas y queremos ser personas. Nuestra misma naturaleza nos llama y nos reclama ser personas, no objetos, ni vegetales, ni siquiera animales, sino ¡personas!

El proyecto que somos nace de la conciencia de haber sido convocados, invitados a la existencia, desde fuera de nosotros mismos. Hemos sido puestos en la vida con una finalidad, no fácil de descubrir pero tampoco absurda ni inalcanzable. La propuesta de ser humanos supone, por nuestra parte, una doble respuesta pues cada hombre y cada mujer está llamado, igual que los demás integrantes de su especie, a buscar el sentido comunal de su condición humana en cuanto varón o en cuanto mujer; pero está llamado también a ser una experiencia de vida única e intransferible, a vivir su condición humana de manera distinta e irremplazable (G. Castillo). Este llamado a ser igual que otros y ser, al mismo tiempo, original; este compromiso simultáneo con la vida de los otros y con la propia vida, esta llamada a ser yo, es una vocación. Esta es la vocación humana.La Vocación Humana: Ser Persona 1-4.
Alfonso Pedrajas Moreno, sj.

Tema 1 de 4
La doble tarea: yo y los demás

¿Soy o somos? ¿Cuál es primero? Más que en términos biológicos o éticos, esencial y constitutivamente hablando, ¿qué somos?, ¿qué soy?, ¿por qué y para qué soy?

El ser humano siente en sí mismo un dinamismo profundo que lo orienta, lo impulsa, le demanda, lo dinamiza, incluso lo finaliza, en cuanto que le plantea un sendero y lo conduce a un objetivo. Es la exigencia interna de ser persona. Nos sabemos personas y queremos ser personas. Nuestra misma naturaleza nos llama y nos reclama ser personas, no objetos, ni vegetales, ni siquiera animales, sino ¡personas!

El proyecto que somos nace de la conciencia de haber sido convocados, invitados a la existencia, desde fuera de nosotros mismos. Hemos sido puestos en la vida con una finalidad, no fácil de descubrir pero tampoco absurda ni inalcanzable. La propuesta de ser humanos supone, por nuestra parte, una doble respuesta pues cada hombre y cada mujer está llamado, igual que los demás integrantes de su especie, a buscar el sentido comunal de su condición humana en cuanto varón o en cuanto mujer; pero está llamado también a ser una experiencia de vida única e intransferible, a vivir su condición humana de manera distinta e irremplazable (G. Castillo). Este llamado a ser igual que otros y ser, al mismo tiempo, original; este compromiso simultáneo con la vida de los otros y con la propia vida, esta llamada a ser yo, es una vocación. Esta es la vocación humana.

Individuos y ciudadanos

Esta doble vertiente del ser humano esboza, por tanto, dos aspectos implicados en su vocación ética: el compromiso con la propia vida y el compromiso con la vida de los demás. Es lo que Marc Oraison llamaba el aspecto subjetivo y el puesto del otro en la vocación personal. Esta doble direccionalidad otorga a la vocación humana una bella y compleja tarea: ser y hacer, amarnos a nosotros mismos y amar a los demás, trabajar la autoestima y respetar -defendiéndolos- los derechos de los otros, ser hijos y ser hermanos, ser criaturas y ser creadores, vivir la individualidad y vivir la ciudadanía:

Una moción e inspiración desde el interior de la persona que habla a cada uno invitándolo a vivir su propia verdad, su auténtico ser. Allá en lo profundo surge la voz de la vocación que llama: es el sí mismo, el yo profundo de cada uno, el núcleo de la intimidad de cada cual, el que recuerda incansablemente a toda persona -mirándose en el espejo de lo que es- lo que quiere ser. Es una voz que empuja y dinamiza al hombre y a la mujer en la búsqueda y realización de un plan personal, de un proyecto de vida.

Pero también existe -nos envuelve desde el entorno- un dinamismo o fuerza exterior, una demanda social y del mundo, de la época en que vivimos y de la cultura que nos ha parido. Los otros presentan o proponen a cada persona la búsqueda de su propio proyecto vital, un marco de acción real, formas concretas, maneras históricas de expresión, exigencias y posturas a tomar. La trama socio-económica-familiar formula situaciones, reclama respuestas. Es la circunstancia (Unamuno) que nos incluye, nos contextualiza y marca un ritmo y una dirección.
Dos llamados y dos dinamismos

Una vez más: la vocación humana -aquel llamado entrañable de ser persona- implica la conjunción de ambas fuerzas o dinamismos:
Un idioma interior que se aprehende en el autoconocimiento, en la reflexión personal; dinamismo de las mociones y necesidades individuales; desarrollo y armonización de las fuerzas que pugnan en nuestro interior. La exigencia íntima de ser independiente -rotos ya todos los cordones umbilicales- para obrar con libertad y autonomía.
Un llamado a la realidad que propone o que, tal vez, impone una determinada misión; exigencia de una respuesta al medio... pertenencia y lugar apropiado en el entorno histórico. Capacidad de dialogar de tú a tú con los semejantes hasta encontrar gusto en el dar, dándose y transmitiendo la propia vida.

La vocación a ser persona siempre llama desde dentro y desde fuera: ¿qué espero yo de los otros y de mi pueblo para realizar mi proyecto interior? ¿Qué esperan los otros y mi pueblo de mí para realizar ellos su proyecto y su verdadera imagen? Ese destino de los otros y mío, mío y de los otros; ese lugar mío, propio e intransferible, en la tarea común, eso es la vocación. Conciliar esas dos fuerzas, aceptar su sentido, asumir el destino personal y comunitario que en ellas se ofrece, eso es descubrir, aceptar y seguir la vocación de ser persona.

El hombre está abocado a plantearse su destino. Es su grandeza y también su responsabilidad. Para cumplir su vocación y alcanzar la dicha a la que Dios le destina, el ser humano tiene que luchar un combate sin tregua. Es difícil llegar a ser auténticamente persona. Para amar al otro, hay que hacerle sitio; hay que desaparecer ante él para que exista, negarse a la propia y espontánea pretensión de considerarse el centro del mundo (Catecismo francés). Dar vida para que el otro viva.

Si separamos ambos dinamismos, las fuerzas internas y externas del llamado, es sólo por razones de claridad didáctica. Si bien es cierto que podemos hablar, como algunos lo hacen, de una vocación individual y de una vocación social en cada persona, la vocación como tal se nos presenta como una totalidad indivisible, la verdadera vocación invita a una profunda integración. Vocación individual y vocación social son maneras parciales para referirse a la vocación personal. El ser humano no existe para sí mismo, tampoco existe para la sociedad; el hombre existe-en-comunidad (J. Cerda). El ser uno mismo y el gastar la vida por los demás (L. Espinal) son el mismo e inalienable trabajo de llevar a cabo la vocación de ser persona.

El dinamismo profundo sobre el cual se construye toda vocación no es otro mas que el amor. Pero el amor no surge sino a partir de la propia autonomía. Sólo a partir de la libertad personal, el yo y el tú se unen en un dar y recibir fecundo. Sólo en la entrega total, en el salir de sí mismo para darse a un tú, el yo se encuentra con su sentido más hondo, se ilumina y se despliega. Cuando me muevo hacia otro, sólo entonces, me pongo en camino de descubrir el sentido último de mi yo en el mundo. El yo se da, se entrega, por un movimiento ineludible, de la intimidad a la instauración del nosotros. Y, en esa tarea, en que aparentemente se despoja de sí, el yo encuentra que el tú y el nosotros le revelan toda la dimensión de su verdadero ser. Dar, salir de sí, detenerse en otros y alimentar su destino es la gran ruta para encontrar la propia vocación humana.

¿LLAMADOS Y ELEGIDOS?

La atenta tarea de la pastoral vocacional
Alfonso Pedrajas Moreno, sj.
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