3/7/09

La Vocación Humana: Ser Persona 3-4


Tema 3 de 4
Ser persona: prioridad absoluta


Como decíamos en la presentación del Capítulo, antes que consagrado hay que ser cristiano; y antes que ser cristiano hay que ser persona. Frecuentemente olvidamos este sencillo axioma y anteponemos devotos sentimientos espirituales a la conformación de una personalidad estable y madura. Recibimos en nuestros seminarios o congregaciones a jóvenes postulantes muy piadosos y aparentemente buenas personas pero con problemas notables en la estructura de su personalidad. También, por supuesto, aprendices de consagrados que apenas viven los niveles básicos de una ética cristiana coherentemente asumida.

La maduración en la fe

Es obvio que quien no es persona, en el sentido fundamental de la palabra, no tiene capacidad para ser cristiano maduro y menos persona consagrada:
Al concepto infantil del yo narcisista le corresponde el nivel de una fe infantil: la fe de quien, centrado en sí mismo, busca un dios a su servicio, un dios manipulable y tapa-agujeros.La Vocación Humana: Ser Persona 3-4.
Alfonso Pedrajas Moreno, sj.

Tema 3 de 4
Ser persona: prioridad absoluta


Como decíamos en la presentación del Capítulo, antes que consagrado hay que ser cristiano; y antes que ser cristiano hay que ser persona. Frecuentemente olvidamos este sencillo axioma y anteponemos devotos sentimientos espirituales a la conformación de una personalidad estable y madura. Recibimos en nuestros seminarios o congregaciones a jóvenes postulantes muy piadosos y aparentemente buenas personas pero con problemas notables en la estructura de su personalidad. También, por supuesto, aprendices de consagrados que apenas viven los niveles básicos de una ética cristiana coherentemente asumida.

La maduración en la fe

Es obvio que quien no es persona, en el sentido fundamental de la palabra, no tiene capacidad para ser cristiano maduro y menos persona consagrada:
Al concepto infantil del yo narcisista le corresponde el nivel de una fe infantil: la fe de quien, centrado en sí mismo, busca un dios a su servicio, un dios manipulable y tapa-agujeros.
Al nivel adolescente -el nivel del yo-tú- le corresponde una fe sentimental e intimista: fe de cumplimientos y devociones sin compromiso estable alguno: el joven rico…
Y sólo al término nosotros, tal como lo veíamos arriba, corresponde una fe adulta: la fe de quien busca a Dios en los demás, especialmente en el rostro de los marginados y excluidos, y ha hecho de su vida una vida para los demás: No he venido a ser servido…

Quien humanamente hablando no ha salido de su yo infantil (egoísta, caprichoso, narcisista) no puede profesar una fe adulta. Y también: quien humanamente ha alcanzado el nosotros (solidario, servicial, corresponsable) difícilmente aceptará gestos o estancamientos eclesiales en una fe infantil.

Ser persona como prioridad

Esta es la vocación primaria y radical. Antes que ser cristiano, antes que ser religioso... ¡ser persona! Pensamos que no puede escuchar una vocación religiosa quien ha desoído su vocación primera a ser persona. No puede tener vocación quien pasa olímpicamente de las exigencias fundamentales de su primera tarea: ser persona. No puede ser llamado por Dios -todavía- a ser religioso, quien desoye sistemáticamente el llamado original de ser imagen y semejanza de Dios.

Con frecuencia pensamos que el proyecto humano y el proyecto divino son diversos; que ser persona y ser cristiano son como caminos o tareas distintos. Pareciera que se es persona de lunes a sábado, y se es cristiano el domingo. Como si lo religioso fuera un sombrero que uno se coloca en ocasiones especiales, mientras que la vida diaria está centrada en el esfuerzo por salir adelante en la vida: el esfuerzo de la salud, el alimento y el descanso. Nada más equivocado. Es divino quien es humano, y es humano quien es divino. El proyecto de la creación es que alcancemos la plenitud de la humanidad precisamente en la imagen y semejanza de Dios. No hay otro camino ni otro modelo. Y la cumbre de esta identidad es Jesucristo, el Hijo de hombre, como gustaba llamarse -término que varias versiones bíblicas traducen sencillamente como El Hombre-. También María, a quien Jesús, en el evangelio de Juan, llama siempre Mujer (2,4; 19,26) es cumbre y modelo -en cuanto a las diferencias de género- del proyecto mujer.

Jesús-persona, conjunción de lo divino y lo humano, síntesis y plenitud del proyecto de Dios para la humanidad. Él es la cumbre del proceso. A partir de Él, a partir del acontecimiento Jesús de Nazaret, toda referencia al modelo de humanidad no podrá sino mirar a los caminos de Galilea y Judea para encontrar la perfecta imagen y semejanza del Dios invisible.

Diversas nociones de la persona

Existen concepciones muy variadas acerca de la persona. Todas ellas tienen elementos teóricos que pretenden dar una visión global del sentido de la vida humana en torno a lo que la Sicología llama personalidad.

Cada una de estas teorías subraya alguna influencia distinta en la estructuración y desarrollo de la personalidad:
factores internos o hereditarios (temperamento)
mixtos (inteligencia, percepción, aprendizaje, motivación)
externos o ambientales (familia, colegio, grupos de amigos, sociedad)

La ponderación concedida a la influencia que ejerce cada uno de estos factores, es muy diversa y determina en gran medida los diferentes enfoques teóricos. La orientación psicoanalítica, por ejemplo, concede a los factores hereditarios instintivos una influencia determinante. Para el conductismo, por el contrario, es el ambiente el que tiene un peso decisivo. Ambas corrientes se exponen al riesgo de reduccionismo al otorgar una preponderancia tan marcada a uno u otro de los factores (Cfr. Puebla, 310).

Posiblemente, la sicología humanista (G. Allport, C. Rogers, H. Thomas, entre otros) es la que ofrece un aporte más próximo a la concepción cristiana de la persona, pues acentúa los factores mixtos, poniendo énfasis en la iniciativa y responsabilidad personal: la persona normal está condicionada por su herencia y por el ambiente, pero su forma propia de ser depende en gran medida de su voluntad. La persona se convierte en constructora responsable de su propia vida. En su formación y desarrollo destacan las motivaciones, creencias, expectativas, intereses, valores... y el modo de satisfacerlos. Por eso (J. Cerda), la sicología humanista:
Concede una fuerte influencia a la voluntad, entendida como capacidad de autogobierno, en el desarrollo de la personalidad.
Aprecia el desarrollo emotivo del individuo en función de la libertad interior, necesaria para conocer y decidir con responsabilidad.
Valora notablemente los determinantes conscientes de la conducta humana, destacando el conocimiento de sí mismo y de la realidad como factor prioritario en la estructura y desarrollo de la persona.
Concibe a la persona como un ser que vive el presente más que el pasado, capaz de superar condicionamientos y abierto al cambio, con sus ojos mirando al futuro. No desconoce, sin embargo, la existencia de una continuidad en el desarrollo humano.
Ve el proceso de adaptación de la persona no como una acomodación pasiva al ambiente sino como un esforzado proceso en el que la persona tolera imposiciones unas veces, coloca exigencias en otras oportunidades o llega normalmente a un arreglo satisfactorio.

¿LLAMADOS Y ELEGIDOS?

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Alfonso Pedrajas Moreno, sj.
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